La llegada de la primavera nos introduce en un ambiente diferente, que se percibe en el aire: empieza a ser más templado y nos envuelve con ese halo perfumado de las plantas y los árboles en flor. Es la estación que marca, además, el inicio de la carrera hacia esa parte del año (tal vez la que cuenta con mayor sobrecarga de compromisos y responsabilidades) cuyo premio es el tan merecido descanso estival. Y, por supuesto, esta época es la más elegida para comenzar a realizar actividad física, con la mira puesta en bajar de peso y tonificar el cuerpo para “llegar bien al verano”.
Pero septiembre no es solo primavera. Es, además, el mes del corazón. Dos motivos que, por supuesto, incentivan y promueven el ejercicio. Ahora bien, lo importante es que deje de ser una práctica temporal y estacional para convertirse en un hábito sostenido en el tiempo. El ejercicio, ya sea moderado o intenso, impacta favorablemente en nuestra salud física y emocional. Desde el punto de vista cardiovascular, la actividad física regular fortalece el músculo cardíaco y mejora la oxigenación. Asimismo, ayuda a liberar endorfinas que redundan en un mejor estado de ánimo y en una reducción de la ansiedad y el stress.
Nunca es tarde para ponerse en movimiento y ganarle al sedentarismo. El ímpetu de septiembre debe durar todo el año. Cada paso que se dé en favor de la salud repercutirá positivamente en la calidad de vida.
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